¿Qué
tiene de común la física con la iluminación? La física y el estado de
iluminación pertenecen, aparentemente, a dos terrenos distintos que están
separados para siempre. Una de ellas (la física) pertenece al mundo externo
de los fenómenos físicos y la otra (iluminación) pertenece al mundo interno
de las percepciones. Sin embargo, una observación más detallada nos revela
que la física y la iluminación no son tan incongruentes entre sí como
podríamos pensar. En primer lugar tenemos el hecho de que sólo podemos
observar los fenómenos físicos a través de nuestras percepciones. Además de
este punto, tan obvio, hay otras similitudes intrínsecas.
Iluminación significa apartarse de los vínculos del concepto («velos de
ignorancia») para percibir de manera directa la inexpresable naturaleza de
la realidad no diferenciada. La «realidad no-diferenciada» es la misma
realidad que dice que nosotros formamos parte de «el ahora», que siempre
fuimos parte de él y siempre seremos parte de él. La diferencia está en que
nosotros no vemos ese ahora del mismo modo como lo ve la persona iluminada.
Como todo el mundo sabe (?), las palabras sólo representan (re-presentan)
algo. Ese algo no son cosas reales, sino simplemente símbolos. De
acuerdo con la filosofía de la iluminación todo (cada cosa) es
un símbolo. La realidad de los símbolos es una realidad ilusoria. Y sin
embargo, ésa es la realidad en que nosotros vivimos. Aun cuando la realidad
no-diferenciada es inexpresable, podemos hablar de ella (usando más
símbolos). El mundo físico, como aparece al no iluminado, consiste en muchas
partes separadas. Pero estas partes no están realmente separadas. De acuerdo
con los místicos de todo el mundo, cada momento de iluminación (graciare-velación
samadhi-satori) revela que cada cosa — todas las partes separadas del
universo — son manifestaciones de la misma totalidad. Hay solamente una
realidad y es completa y unificada. Es una. Ya hemos aprendido que para
comprender la física cuántica se requiere una modificación de los conceptos
ordinarios (como por ejemplo la idea de que algo no puede ser onda y
partícula). Ahora veremos que la física, quizá, requiere una alteración más
completa de nuestro proceso ideológico de lo que habíamos pensado nunca, que
en realidad jamás podremos llegar a concebir. Del mismo modo que previamente
hemos visto que los fenómenos del quanto parecen tomar decisiones, «conocer»
lo que está sucediendo en otra parte (pág. 77), ahora veremos como los
fenómenos cuánticos pueden estar conectados tan íntimamente que las cosas
que antaño rechazamos como «ocultas», pueden convertirse en objeto corriente
de serias consideraciones entre los físicos.
En
resumen, tanto en la necesidad de descartar los procesos ordinarios del
pensamiento (y definitivamente, pasar «más allá del pensamiento»), como en
la percepción de la realidad como una unidad, el fenómeno de la iluminación
y la ciencia física tienen mucho en común.
La
iluminación es un estado del ser. Como todos los estados existenciales es
indescriptible. Es un error de concepto (literalmente) confundir «la
descripción» de un estado de ser con el propio estado en sí. Por ejemplo,
tratemos de describir la felicidad. Es imposible. Podemos hablar sobre ella,
podemos describir las perspectivas y los actos que, por lo corriente,
acompañan a un estado de felicidad, pero no se puede describir la felicidad
en sí. La felicidad y la descripción de la felicidad son dos cosas
distintas.
La
felicidad es un estado del ser. Eso significa que existe en el terreno de la
experiencia directa. Es la percepción íntima de emociones y sensaciones que,
indescriptibles en sí mismas, constituyen el estado de felicidad. La palabra
«felicidad» es la etiqueta o el símbolo que pegamos a ese estado
indescriptible. La «felicidad» pertenece al terreno de las abstracciones o
conceptos. Un estado de ser es una experiencia. La descripción de ese estado
es un símbolo. Los símbolos y la experiencia no siguen las mismas reglas.
El
descubrimiento de que símbolos y experiencia no están regidos por las mismas
leyes ha llegado a la ciencia física bajo el formidable título de lógica
cuántica. La posibilidad de que partes distintas de la realidad (como uno de
nosotros y una lancha a motor) pueda ser conectada de manera que nuestra
experiencia común esté acorde con las leyes de la física se ha abierto paso
en la física bajo el nombre de Teorema de Bell. El Teorema de Bell y la
lógica cuántica nos lleva a los más lejanos rincones de la física teórica.
Muchos físicos ni siquiera han oído hablar de ello. El Teorema de Bell y la
física cuántica no tienen relación entre sí (corrientemente). Los que
proponen una casi nunca están interesados en la otra. Pese a ello tienen
mucho en común. Son lo que realmente es nuevo en física. Naturalmente
la fusión láser (la fusión de átomos con rayos de luz de alta energía) y la
búsqueda del quark son considerados por lo general las fronteras de la
física teórica.*
Y en cierto sentido
lo son. Sin embargo, hay una gran diferencia entre esos proyectos y el
Teorema de Bell y la lógica cuántica. La investigación de la fusión láser y
la gran caza de la partícula quark son tentativas dentro de los paradigmas
existentes de la física. Pero la lógica cuántica y el Teorema de Bell son
potencialmente explosivos, en términos de los marcos existentes. La primera,
la lógica cuántica, nos lleva de vuelta a los campos de la experiencia desde
el terreno de los símbolos. El segundo, el Teorema de Bell, nos dice que no
existe nada que pueda llamarse «partes separadas». Todas las «partes» del
universo están conectadas previamente de manera íntima y directa, cosa que
antes sólo era pregonada por los místicos y otras personas científicamente
poco aceptables.
Gary Zukav
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