La frase “el mundo cabe en un grano de arena"
implica la noción de que ningún objeto, persona o
evento es completamente autónomo o separado. La
totalidad de la existencia es algo completo e
irrompible en un movimiento que fluye indiviso y sin
fronteras. La materia y la mente son sólo diferentes
aspectos de una realidad total e indivisa.
La materia como una totalidad puede ser comprendida
en términos de la noción de que el orden implícito
es la realidad inmediata y primaria. El orden
explícito, entonces, es un caso particular y
distinguido del orden implícito. La cuestión que
aquí surge (como fuera quizá anticipado por
Descartes) es que la real "sustancia" de la
conciencia está en el orden implícito. Si
la materia y la conciencia pudieran entenderse
juntas, en términos de la misma noción general de
orden, se abre el camino a entender su relación
sobre la base de un "suelo" o fundamento común.
La característica general de la Física clásica es
que todo puede ser analizado en partes separadas,
partes que pueden ser consideradas tanto como
pequeños cuerpos discretos, o bien como partículas
ideales sin extensión (todo lo cual se relaciona
sólo a través de fuerzas externas de interacción).
En el dominio de la Física Cuántica, la clásica idea
de la separabilidad del mundo en partes distintas
pero interactivas, ya no es más un artículo de fe al
cual uno se adhiera tan tenazmente. Encuentro que es
fascinante que se nos escape la ambivalencia de los
Físicos Cuánticos sobre este tema.
La Teoría Cuántica, incuestionablemente, implica la
realidad indivisa dentro del contexto del Quantum.
Pero sin embargo, obviamente, persiste un extraño
apego a una forma de pensar enraizada en la vieja
manera de ver la realidad en Física. En esta manera
de ver, el objeto aislado externalizado de la Física
Clásica, está todavía allí, como flotando.
La única diferencia es que ahora "el objeto" ha sido
reemplazado por una clase más sofisticada de
"entidad". Esa "entidad" es un constructo abstracto
y estadístico que ha dado en llamarse "Función de
onda", "Onda de Probabilidad", etc. Esta ambigüedad
no es más que otra expresión de la confusión que
prevalece dentro de la comunidad de los Físicos
Teóricos. Esta confusión no está en las ecuaciones
de la Mecánica Cuántica, o en los resultados de los
experimentos diseñados para medir la actividad en el
reino subatómico. Esta confusión subyace en el mismo
proceso del pensamiento, con el que se interpretan
los resultados de esos experimentos. Ninguna teoría
nueva nos rescatará de esa confusión.
Tampoco resolverá el dilema ningún intento de
unificar las partes, ya que este intento produciría
inevitablemente otra "integración del pensamiento",
es decir, otro fragmento del pensamiento, aunque más
grande. No uso el término "fragmentación" de una
manera peyorativa. Pienso que la "fragmentación" es
una propiedad inherente al mismo proceso del
pensamiento. Es esta propiedad del pensamiento, la
"fragmentación", lo que hace que veamos al mundo en
términos de divisiones, distinciones y diferencias.
Por cierto que esta modalidad de categorizar el
conocimiento tiene aplicaciones prácticas. La
confusión surge cuando "creemos absolutamente" en
estas categorías. Esta "creencia" que no admite
cuestionamientos tiene sus raíces en la asunción
incontrovertible de que el proceso del pensamiento
es independiente del contenido del pensamiento.
Estoy proponiendo una nueva noción de orden
universal, que he denominado "el Orden
Implicado, o implícito". "Implicado viene
de una raíz del Latín, que significa "envuelto". En
términos del "Orden
Implicado", uno puede decir que todo está
envuelto en todo. Esto contrasta con el "Orden
Explicado", ahora dominante en la Física.
En el Orden Explicado las cosas están
"desenvueltas", en el sentido de que cada cosa yace
solamente en su propia región del espacio (y del
tiempo) y fuera de la región que pertenece a otras
cosas.
Un ejemplo sobresaliente de lo que denomino "el
orden implícito" ocurre cuando la luz, que emana de
vastas extensiones de espacio y tiempo, de
estrellas, galaxias y racimos de galaxias, converge
o "se envuelve" dentro de un punto dado del espacio.
Es decir, que la luz que emana de (y que contiene
información de) todas esas fuentes, está implícita
dentro de cada punto del Universo. Cuando esta luz
es interceptada por un instrumento, por ejemplo una
lente telescópica, junto con los métodos apropiados
de interpretar lo que se recibe, este punto de luz
se desenvolverá en un orden de fenómenos
reconocibles (lo que denomino el orden explícito de
relaciones manifiestas). Sin tal intervención, sin
embargo, en un punto dado, ya sea en forma de
instrumentos o del aparato del pensamiento
interpretativo, absolutamente nada significativo se
revelaría a nuestras percepciones.
El patrón de interferencia de una placa holográfica
provee otro ejemplo del orden
implicado. La información de toda una
estructura está envuelta, es decir, implicada,
dentro de cada región del holograma. Si se examina
la superficie del holograma, sin embargo, nada
significativo se revela por el patrón de las bandas
de interferencia lumínica. Lo que aparece es
simplemente irreconocible como una relación
coherente de formas. Sin embargo, cuando, bajo
condiciones apropiadas, tanto el holograma como una
porción dada de éste, se ubican en el camino de un
rayo de luz láser, el pasaje de la luz estimulada
reconstituye en tres dimensiones, todo el patrón
correspondiente a la estructura original iluminada.
Para decirlo en mi lenguaje, lo que ocurre en el
holograma iluminado por el rayo láser, el orden
implicado, inherente en las franjas de
interferencia de la placa holográfica, ha sido
desenvuelto en un orden explícito de manifestación.
Este orden explícito se manifiesta como un patrón de
relaciones que es ahora familiar y reconocible, y
por lo tanto, perceptible.
Esta idea de los órdenes explícito e implícito, no
vino a mí gratuitamente como un hallazgo teórico,
sin embargo. Más bien evolucionó naturalmente de mi
propio estudio de la teoría Cuanto-Mecánica y de la
Teoría de la Relatividad de Einstein. Lo que me
resultó más que fascinante fue la manera en que los
Físicos de las partículas de alta energía, en su
compromiso con lo que denomino el orden
atomístico-mecanicista, persisten en ignorar las
implicaciones obvias de sus propias teorías.
Esto ocurre a pesar del hecho de que ambas teorías
(La Cuántica y la de la Relatividad) implican la
necesidad de mirar al cosmos como una realidad
indivisa. En esta realidad indivisa todas las partes
del Universo, incluyendo al observador y a sus
instrumentos, convergen y se unen en una
totalidad. En esta totalidad, la forma
atomística de comprensión, es una simplificación y
una abstracción, válida solamente en algún contexto
muy limitado.
El rasgo central de esta visión
atomística-mecanicista (tan completamente en
contradicción con la Teoría Cuántica) es que,
partículas de "interacciones de campo", lleguen a
tratarse como entidades discretas que están
localizadas. Esto es como decir que "cada una está
fuera de las otras" en regiones separadas del
espacio y el tiempo.
Parece mentira que lo que fue concebido como un
objeto individual en la Física Clásica, se ha vuelto
hoy un concepto más abstracto, como el concepto del
estado Cuántico de un sistema. Todavía se nos
presenta con algo que no es más que una clase de
existencia separada y autónoma. Un caso común es el
uso de la palabra "rastro" ("track" en inglés)
cuando nos referimos al camino de una partícula
subatómica en la cámara de burbuja. Su persistente
uso demuestra la profunda resistencia a abandonar el
viejo hábito de pensamiento de la Física Clásica.
Claramente, el mero concepto de discontinuidad de
los "saltos cuánticos", desmiente cualquier noción
de "rastros" suavemente definidos. En realidad el
"rastro" es una vinculación arbitraria de puntos
visibles en una placa fotográfica.
Esta es una abstracción y una asunción inventada por
el pensamiento, que presume un movimiento autónomo
de una partícula localizada, que retiene su
identidad desde un extremo del "rastro" al otro. Por
cierto, esta es precisamente la visión clásica
mecanicista, que desearía lidiar con "partículas",
como si ellas fueran entidades existentes realmente
separadas, que se mueven a través del espacio y el
tiempo obedeciendo leyes causales,
independientemente de si estamos por ahí o no para
observarlas.
Me gusta usar la imagen de un torrente en flujo, con
sus siempre cambiantes patrones de torbellinos,
remolinos y ondas, que no tienen realmente una
existencia separada del torrente, a no ser como
abstracciones que hace el pensamiento de quien
observa el torrente en flujo. Esta noción de que
todo es flujo, implica que cualquier evento
descriptible, cualquier objeto, entidad, etc. es una
abstracción de una totalidad desconocida e
indefinible de movimiento en flujo.
Esto implica que no importa lo lejos que vaya el
conocimiento de las leyes de la Física, el contenido
de estas leyes tendrá que lidiar todavía con tales
abstracciones del pensamiento, teniendo sólo una
relativa independencia de existencia y de
comportamiento.
Si la Teoría Cuántica tan claramente implica esta
indefinible totalidad de movimiento en flujo,
entonces ¿por qué es que las interpretaciones de la
teoría continúan estando limitadas al orden
explícito? Mi respuesta es que, estamos todavía
casados a la creencia de que a través de una
estructuración lógica del pensamiento podemos
arribar a un verdadero conocimiento de la "realidad
tal como es". Esta creencia se ha vuelto para
nosotros un invisible artículo de fe. Nos hemos
habituado tanto al orden explícito, y lo
hemos enfatizado tanto en nuestro pensamiento y en
nuestro lenguaje, que tendemos a creer con gran
fuerza afectiva, que nuestra experiencia primaria es
aquello que es explícito y manifiesto.
Puedo ver ahora que yo tenía una cierta manera de
pensar. Antes de actuar, yo quería sentir que tenía
una completa comprensión conceptual de la situación,
de manera tal que yo sería capaz de elegir
libremente, sin ser arrastrado a fines desconocidos
por fuerzas que yo no había anticipado. Pero tomando
parte con otros niños en alguna acción física, tuve
que ver el desequilibrio que surge cuando uno
insiste en actuar siempre de esa manera. Lo que
recuerdo es que, cuando tenía unos doce años,
estábamos cruzando un torrente a los saltos.
Mientras hacía esto con considerable emoción,
ocurrió una intensa comprensión. En esa comprensión
no había palabras, pero puesta en el lenguaje sería
algo así: "Cuando me equilibro con un pie en una
piedra, lo que soy es un estado de equilibrio hacia
la próxima piedra, y actuando en consecuencia puedo
cruzar a salvo el torrente. Si me detengo a analizar
los detalles del movimiento, me voy a caer al agua".
Esto tuvo profundo significado para mí durante el
resto de mi existencia. Por supuesto, también me
ayudó a cruzar aquel torrente.
Más tarde comencé a investigar en nuevas áreas.
Colaboré con Albert Einstein y conocí a Jiddu
Krishnamurti. Trabajé como Decano de la Escuela
Secundaria que él fundó en Brockwood Park, cerca de
Londres. Comencé a observar la operación de la mente
misma y no sólo el mundo de la naturaleza. En
realidad tenemos que ir mucho más lejos que el reino
de la Física Cuántica, o del pensamiento científico
en general, a la cuestión más fundamental de qué es
lo que constituye el proceso de pensar.
Me di cuenta de las maneras en las que el
pensamiento fragmentario toma forma, y de la casi
imperceptible tendencia a creer que estas divisiones
se corresponden con la estructura actual de la
realidad. Mi tesis es un nuevo punto de partida para
un estudio real de la relación entre conciencia y
pensamiento.
La aparición de la obra escrita del Dr. Rubén
Feldman González "La percepción unitaria" constituye
una innovación en el campo de la psicología. Esta
obra lidia con los órdenes implícito y explícito de
la realidad y de cómo se relacionan con la
psicoterapia, con la educación y la relación humana
en general.
David
Bohm (1984) |